Resistencia a la insulina

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La resistencia a la insulina es un estado que frecuentemente pasa desapercibido y silencioso, y es a día de hoy responsable de una gran cantidad de complicaciones metabólicas y cardiovasculares en nuestra población.

Recuerdo con esto mucho a Juan, con sus 45 años de edad y su trabajo con altos niveles de estrés olvidaba tener tiempo para su cuidado personal. Una baja cantidad de actividad física, una dieta poco saludable a la que no dedicaba prácticamente nada de tiempo y alta carga de estrés y poca de recuperación parecían no preocuparle. Realmente vino por primera vez a la consulta por que notó en su cuerpo algunos cambios: un oscurecimiento en la zona de sus axilas y cuello, la presencia de pequeños fibromas de piel en su pecho y en su cuello, y una sensación de cansancio permanente. No era lo único el incremento de su perímetro abdominal bien sugería cambios metabólicos de los que hasta ese momento no era consciente. Cuando no se detecta a tiempo la resistencia a la insulina puede conducir irremediablemente a diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares… pero no es lo único. La enfermedad metabólica del hígado (antes hígado graso) y el Alzheimer guardan una estrecha relación con la presencia de resistencia a la insulina. Le explicamos a Juan que su cuerpo no usaba adecuadamente la insulina, así que tenía que producir mucha más insulina para que la glucosa (azúcar) funcionara adecuadamente. En definitiva, es como un proceso inflamatorio que obliga al páncreas a desgastarse produciendo más insulina para hacer la misma función que antes…

Si bien es cierto que cuando hablamos de diabetes llegamos demasiado tarde (casi 10 años), en la fase inicial algunos productos pueden ser muy útiles: LOS ÁCIDOS GRASOS OMEGA 3, que además de encontrarlos en semillas de lino, nueces y pescados grasos también los encontramos en suplementos bien diseñados.  Nos puede ayudar a mejorar en algo la sensibilidad a la insulina en algunos individuos. Asimismo, cuando el MAGNESIO o el CROMO están bajos, hay mayor riesgo de desarrollar resistencia a la insulina. El ÁCIDO ALFA LIPOICO también parece jugar un papel importante en este tema. Todo ello siempre debe ser dirigido por un profesional para evitar caer en el riesgo de automedicarnos, y principalmente por que la evidencia científica creciente que cada vez más da un papel a explorar esta área. No todo sin embargo, es ni milagroso ni benéfico, o a veces se habla con demasiadas propiedades de algunos productos: el vinagre de sidra de manzana por ejemplo tiene un discreto valor en la pérdida de peso y mínimo en el control del azúcar, por tanto no reemplaza los medicamentos de los que disponemos a día de hoy para nuestros pacientes… pero en los medios a veces se propone como una terapia para la diabetes, y no es así. Otros beneficios tiene… pero de eso hablaremos algún día en el blog con más profundidad.

Discutido con Juan el papel de la resistencia a la insulina, las posibles complicaciones y la justificación de sus síntomas… empezamos con ejercicios de fuerza, cambios de alimentación, y algo de suplementación.

Aún recuerdo los cambios de los primeros meses, más energía, más vitalidad, menos grasa visceral. Quien lo ha vivido de cerca conoce que la resistencia a la insulina parece envejecernos o inflamarnos todo el cuerpo, cuando ese estado se empieza a tratar lo que observamos es un cambio notorio en la calidad de vida, en la salud general.

Es por eso que nuestras elecciones alimentarias son tan importantes, el mantener una dieta mediterránea de Km0. El nutrir nuestras mesas no solo de aceite de oliva, condimentos, y proteínas del origen que nos apetezca sino también en dedicarle un tiempo a nuestro cuerpo, a ese lugar en el que vivimos 365 días del año, 24 horas del día.

Debemos además reinventar nuestros platos y snacks con desayunos más ricos en grasa y menos en azúcar, con nueves, almendras, semillas de linaza, aguacate, yogures naturales, bayas…

Al final, somos el producto de nuestras elecciones, y elegir mantenerse joven tiene mucho que ver con lo que ocurre años antes con nuestro azúcar y nuestra insulina, al menos en parte.

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